La llegada del neuromarketing, hace más de una década, ha provocado que las compañías quieran profundizar, cada vez más, en la mente del consumidor y en conocer las emociones y sensaciones que éstas le transmiten.
Algunas de las emociones más potentes para las marcas y que están presentes en los procesos de compra son el miedo y la culpa. El miedo se muestra en nuevas situaciones que surgen: miedo al futuro, al paro, a la jubilación, o como ejemplo en este caso, miedo de los jóvenes a no pertenecer a un grupo por no llevar una marca.
Y en aquellos entornos en los que el miedo no está presente, lo está la culpa: por gastar dinero, por contaminar, o como padres, por no poder dedicar suficiente tiempo a sus hijos. Estas son algunas de las conclusiones del artículo escrito por Mar Vilaplanas, Executive Manager de Branward, en la revista IPMark.
Otra es que las empresas se han visto obligadas a adaptarse a los cambios emocionales que mueven a las nuevas generaciones, nativos digitales que están expuestos permanentemente a nuevos estímulos: consumidores que ven la televisión mientras chatean o se conectan a una red social, que cambian rápidamente de gustos, pero que continúan buscando la pertenencia a un grupo. Para llegar a ellos es necesario innovar, estar conectados con las redes sociales y escucharles, con el objetivo de establecer una relación con éstos más duradera en el tiempo.